Ramon Ribera Fumaz
Apuntes para la mesa redonda “Escalas Urbanas” dentro de la jornada Crisis Global y Teoría Crítica Urbana organizada por espaiscritics.
En lo que sigue, voy a intentar reflexionar sobre las geografías del modelo Barcelona. En hacerlo es posible que caiga en generalizaciones. No es mi intención simplificar. Consciente del riesgo de generalizar no obsta para que los puntos centrales que voy a argumentar, con sus matices, se pueden sustentar en un análisis más detallado. El objetivo de esta intervención es reflexionar sobre qué es y lo qué sabemos del modelo Barcelona desde la ciudad. Para hacerlo, voy a contrastar los discursos y nociones aceptadas del modelo Barcelona con los debates y agendas anglosajonas de debate sobre el urbanismo global. No pretendo cargarme las aproximaciones y reflexiones locales sobre el modelo Barcelona y el urbanismo de la ciudad, ni mostrar la superioridad de los debates y enfoques anglo-americanos – ni malas traducciones, no voy a tirar el bebé con el agua del baño. Por el contrario, quiero reflexionar sobre vacíos y áreas grises de la literatura sobre Barcelona a través de los debates sobre el urbanismo global. Finalmente, me gustaría dejar claro que en lo que me voy a centrar no es en lo que realmente ha pasado en Barcelona, pero en lo que realmente se ha contado y cómo se ha construido la historia del modelo Barcelona. En hacerlo, me moveré entre lo material y lo inmaterial. Para hacerlo, he organizado la exposición en tres diálogos y seis hipótesis.
(cc) Hug March 2015.
Diálogo 1: El modelo Barcelona y la teoría crítica urbana
Hipótesis 1: hay una meta-narrativa consensuada sobre el modelo Barcelona que dificulta el análisis de su inserción en el mundo
Si hay una cosa en común en la visión del urbanismo en Barcelona, es que cuando lo miramos a largo plazo, prácticamente todo el mundo sitúa su inicio con el Plan Cerdà de 1860 y el derribo de las murallas de la ciudad medieval, muchas veces denominado localmente con el inició del urbansimo moderno a nivel internacional. A través de más de 150 años, la historia contada de la ciudad sigue un hilo argumental más o menos consensuado. Con sus puntos nodales, rupturas o cambios de énfasis tales como los debates noucentistes, las luchas alrededor del PGM del 76, los juegos olímpicos, diagonal Mar y el 22@, la Smart City o la ciudad de los comunes. También con etapas donde se pasa de puntillas como el Plan Macià. Esta continuidad, en los estudios críticos se divide normalmente en dos tendencias, entre la tensión entre el modelo y la marca Barcelona como énfasis. Para unos, desde el Fórum a día de hoy, lo que vemos es una mutación del modelo Barcelona, recogiendo los cambios o las limitaciones de la versión anterior; para otros, del fórum a la Smart City es la transformación de modelo a marca.
Curiosamente, una de sus mayores características ha sido la cooptación de la crítica y la disidencia. El propio modelo, o sus proponentes, eran a su vez sus críticos, y la crítica era enmarcada en relación a su éxito. Es decir, el modelo no había llegado a cumplir todos sus objetivos [1]. Lo que ha permitido que sus distintas mutaciones se convirtiesen en continuidades “críticas” del modelo. Por ejemplo, el Fórum 2004, el 22@ o la smart city son evoluciones de dicho modelo y de coartada mercadotécnica del modelo en su supervivencia ideológica.
Así pues, a nivel local, el modelo Barcelona ha ordenado, controlado y definido lo que es y lo que no es –y por tanto, quién es aceptado y quién no– una buena práctica urbanista en este país. Ha sido un modelo consensuado, donde el conflicto y la discusión se han eliminado. Aunque el modelo tal y como se ha descrito en su mutación Olímpica ya estaba muerto y enterrado (varias veces) salvo posiblemente su capacidad para posicionar Barcelona en el mundo a través de estrategias de marketing urbano.
Es todavía temprano para saber que acabará pasando con el modelo Barcelona y el nuevo municipalismo. Si el modelo está de vuelta – varias características han vuelto – y como apunta Delgado (2016) estamos ante una restauración margalliana o por el contrario vamos hacia otro tipo de urbanismo.
Pero desde de una visión de la teoría crítica urbana contemporánea, la meta-narrativa sobe el modelo Barcelona aceptada tanto por la academia local como internacional responden a una lógica local que enfatiza las características locales y sus singularidades – nada malo en ello – pero no permite situar el modelo dentro de las dinámicas supra-locales que afectan al urbanismo barcelonés. En particular, esta meta-narrativa parte de una concepción de lo urbano acotada, como categoría empírica (ya sea a nivel municipal o metropolitano); y la relación entre un modelo que se ha convertido en ejemplo de mejor práctica y referente universal con los procesos de transformación del urbanismo en Barcelona.
Hipótesis 2: los debates dentro de la teoría crítica urbana nos pueden ayudar a tener una visión complementaria
Desde la teoría crítica urbana reciente, la comprensión de lo urbano como categoría empírica, la relación entre lo urbano y lo global, entre los procesos de urbanización y el urbanismo dominante han sido puestos en duda. Debate que desde diferentes posiciones tales como el urbanismo planetario o urbanismo de ensamblajes ha provocado repensar el urbanismo global (cf. Brenner y Schmid 2014; Sheppard et al. 2013; Sin olvidar las críticas a estos enfoques).
Uno de los principales debates alrededor del urbanismo global contemporáneo ha sido la crítica a la “nueva era urbana” (Brenner y Schmidht 2013), de la cual – lo veremos más adelante – el modelo Barcelona es parte. En este sentido Sheppard et al (2013: 893) afirman:
[E]l urbanismo dominante imagina una urbanización como proceso global que se puede conseguir de la mejor manera vía la aplicación en todo el mundo de los mecanismos de desarrollo originados en los países capitalistas avanzados – actualmente, aquellos de la globalización neoliberal. Sin embargo, el repetido fracaso de esta visión para cumplir sus promesas de riqueza para todos y sostenibilidad ecológica obliga a los académicos urbanos a repensar la presunción dominante.
Pero, ¿Cómo encaja el modelo Barcelona en ello? ¿Es parte del problema o de la solución? El modelo Barcelona visto desde Europa o Estados Unidos se suele considerar como una alternativa al neoliberalismo; visto desde América Latina, muchas veces es visto precisamente de forma contraria.
De hecho, el “modelo Barcelona” sale de un país semi-periférico se sitúa paradójicamente entre el norte y el sur global de maneras muy diferentes. Por un lado, como modelo “transferido” y de referencia a nivel mundial, bien podría ser, al leer los cientos de artículos sobre el en el mundo anglo-sajón, un referente del urbanismo global des del norte. Un modelo exportado por todo el mundo, en especial América Latina que haría las delicias de la crítica al urbanismo global de autores como Jenifer Robinson o Anaya Roy. Por el otro lado, al mirar el modelo Barcelona desde sus creadores o pensadores, lo que vemos es la historia de un urbanismo “local” – no lo digo despectivamente –, un urbanismo a lo máximo Mediterráneo, semi-periférico.
Esta tensión se expresa claramente en los primeros cien años del modelo: con ideas y conceptos “semi-periféricos” como la ciudad compacta mediterránea; una concepción de ciudades en red bastante Braudelina; adopciones peculiares de corrientes y disputas europeas (modernismo vs. noucentisme); el urbanismo modernista del CIAM a través del GATCPAC o el Plan Macià.
Pero, a la que entramos en democracia, las geografías del modelo Barcelona se desvanecen y quedan reducidas a algún viaje a Baltimore o Glasgow, o al contexto: la transición o los juegos olímpicos como excusa para implementar el modelo. Mientras que cuando es “transferido” se descontextualiza y se tecnifica a través de conceptos transversales como el planeamiento estratégico, espacio público, acupuntura o esponjamiento.
En resumen, un modelo de urbanismo que ha viajado por medio mundo, referente global, pero a que su vez, su historia es analizada localmente como un modelo sin geografías (globales). Es necesario investigar en detalle las geografías existentes de este modelo.
Diálogo 2: El modelo Barcelona y las geografías móviles del urbanismo global
Una de las agendas más importantes de la teoría crítica urbana es entender el mapa móvil del neoliberalismo [moving map] (Harvey 2005). En entender la variegación de los modelos neoliberales y sus geografías (Brenner, Peck y Theodore, 2010). En este sentido, tanto desde la economía política (Peck y Theodore 2015) como desde los ensamblajes (McCann y Ward 2011) ha emergido todo un campo de estudio, el de las movilidades de políticas urbanas [urban policy mobilities] que se interroga como las ideas, políticas o estrategias urbanas circulan, transfieren y mutan alrededor del mundo y ciudades. Lo que nos lleva a preguntarnos sobre la instrumentalización del modelo Barcelona más allá de la propia ciudad.
La vuelta al modelo Barcelona en 80 ciudades (TURBA, 2017)
Hipótesis 3: el modelo Barcelona ha sido una herramienta para el urbanismo global
El modelo Barcelona ha sido una industria público-privada de exportación de recetas urbanas, otra vez, en sus diversas mutaciones desde el planeamiento estratégico, distritos tecnológicos o la Smart City. Forma parte activa de la ascensión de la ideología urbana contemporánea que celebra la ciudad acríticamente en el contexto de la nueva economía. Hitos fundamentales llegaron por ejemplo el libro blanco de regeneración urbana del gobierno de Blair o la llegada como director ejecutivo de ONU-Habitat de Joan Clos.
Este proceso de exportación no se puede entender simplemente por trabajos de consultoría puntuales o individuales a ciudades alrededor del mundo. Si Eisenhower en el siglo pasado se referia al complejo estado-industria-defensa, en Barcelona existe un complejo estado (local)-industria (del urbanismo)-sociedad civil que engloba redes de ciudades en las que Barcelona juega un papel principal, iniciativas y proyectos internacionales de cooperación y colaboración, y el papel de instituciones de la sociedad civil – léase élites – en la venta y promoción del modelo.
En el momento que una de las dimensiones más debatidas dentro del urbanismo global son las movilidades de las políticas urbanas, existen algunas contribuciones a este papel desde Europa (p.ej. Gonzalez 2009) o América Latina (Arantes et al 2002), pero aún hay mucho campo por recorrer en estudiar las formas y redes de circulación del modelo Barcelona y sus implicaciones tanto a nivel local como global.
Hipótesis 4: el modelo Barcelona ha sido una herramienta per a globalizar Barcelona
Es precisamente por esta ductilidad geográfica que el modelo Barcelona funciona a la perfección como ideología urbana a escala local y global sin entrar en contradicciones aparentes. Lo que a su vez, ha permitido vincularse las reencarnaciones del modelo en ideologías del urbanismo global tales como la estrategia de competitividad urbana de la OECD, las teorías de la creatividad de Florida o el evangelio de las Smart Cities. En sus diversas mutaciones, y con ayuda de sus internacionalizaciones, el modelo Barcelona ha permito legitimar un cambio de modelo de ciudad. En otras palabras, la ascensión del modelo Barcelona a ejemplo de urbansimo global importante y la maquinaria de promoción y exportación del modelo Barcelona ha sido parte fundamental de la transformación local del urbanismo barcelonés. Sin embargo, tal y como he afirmado anteriormente, estos procesos y el impacto de ellos sobre la ciudad restan por ser explorados en detalle.
Diálogo 3: La urbanización planetaria y el modelo Barcelona
Pero para profundizar en estas hipótesis es necesario incorporar en el análisis nuevos enfoques que incorporen la complejidad geográfica a las narrativas que actualmente articulan las narrativas y estudios del modelo Barcelona. Son necesarios enfoques y vocabularios que nos permitan comprender la interrelación compleja entre lo local y lo global, en cómo entender los procesos de producción de la forma urbana y la vida urbana y poder construir alternativas social y medio-ambientalmente justas. Una vía, no necesariamente la única, es dialogar con los trabajos de Neil Brenner y colegas sobre escala y sobre urbanismo planetario.
Hipótesis 5: las políticas de escala [scalar politics] del modelo Barcelona no están suficientemente exploradas
Si bien el debate sobre el modelo Barcelona y sus primeras encarnaciones asumía un análisis escalar (Barcelona vs Catalunya o la idea Margalliana de la Euro-región), en sus últimas encarnaciones cualquier atisbo de análisis escalar ha sido o transformado en análisis de redes o limitado al juego de escalas locales: ciudad-área metropolitana o área metropolitana-Catalunya. Con la única excepción del atisbo de debate sobre al Euro-region Mediterránea en la época del tripartito en la Generalitat.
Los análisis escalares que sitúen la emergencia y evolución del modelo Barcelona en relación a la re-escalación del estado de la transición (descentralización regional y ocal, construcción de competición inter-local) e integración de España tanto política como económicamente en los circuitos globales del capital vía integración europea son escasos (p.ej. Charnock et al, 2014). En otras palabras, el crecimiento de la competencia inter-local entre ciudades tanto a nivel estatal o europeo como su relación con nuevas formas de gobernanza de manera relacional no se puede entender tan solo desde la perspectiva local, es una relación dialéctica. En este sentido, los trabajos de Neil Brenner sobre escala y sobre urbanismo planetario nos pueden dar muchas pistas en como analizar estas trasformaciones.
Hipótesis 6: la urbanización del modelo Barcelona ha sido planetaria
Tal y como apuntan Brenner y Schmid (2014: 751) la urbanización planetaria “significa que incluso los arreglos y las redes de infraestructuras que yacen debajo de los centros urbanos, regiones metropolitanas, periferias urbanas y zonas peri-urbanas se han convertido en partes integrales de la condición mundial urbana.” Los procesos de explosión e implosión, de homogenización-diferenciación y jerarquización son clave para entender como precisamente la urbanización de Barcelona es una urbanización planetaria. No voy a entrar en detalle, dado que luego Neil Brenner nos lo va explicar con más detalle y de forma mucho más pedagógica. Simplemente apuntar para el debate, que el modelo Barcelona no se puede entender sin una visión planetaria, de su relación con procesos multi-escalares, sin entender su urbanización sin procesos de urbanización extendinda en otros lugares.
Por ejemplo, mi argumento es que no podemos entender la construcción del distrito 22@ y su captación de talento creativo a la Florida sin el papel que han jugado los inmigrantes ilegales que durante años recogieron y reciclaron las runas y basuras urbanas, siendo la cara invisible del proceso de regeneración urbana. Y no podemos entender su llegada sin comprender la interrelación entre las dinámicas locales y globales del capitalismo contemporáneo en la África sub-sahariana. Ni podemos entender la masificación turística y el mercado inmobiliario barcelonés sin las dinámicas del capitalismo de plataforma y la financialización de la economía global con la expansión del modelo Barcelona.
(Volviendo al) diálogo 1: El modelo Barcelona y la teoría crítica urbana
Posiblemente no haya tema más estudiado y debatido en la ciudad que los debates sobre el modelo Barcelona. Para algunos, este debate puede ser del siglo pasado. Para otros, lo que hay que saber y lo que hay que utilizar ya está claro. Sin embargo, independientemente de si ya hemos superado o no el modelo, el modelo continua vivo, aquí, en Boston y en Nairobi por ejemplo. En revisitarlo a través de debates internacionales actuales, la intención ha sido mirar al modelo no tan sólo para explorar sus contradicciones o vacíos, sino que también para reflexionar sobre que modelos de ciudad queremos.
Notas
[1] En este sentido, son bastante ilustrativos dos comentarios de Sergi Pàmies (2008: 31) en su crítica literaria acerca del libro “Odio Barcelona”:
En este caso, parece claro que el verbo odiar es una reacción a las décadas del t’estimo oficialista (y sus secuelas cardiopáticas), pero, incluso así, existe el riesgo de que la confrontación sea abducida por el sistema.
[…]
En el caso de las iconografías urbanas, vemos que a menudo la contestación resulta atractiva y refuerza el escandaloso espejismo de una tolerancia y diversidad que, en el fondo, es pura coartada mercadotécnica. No descarten, pues, que, en un futuro cercano el odio a la tan querida Barcelona se convierta en material de alguna exposición que consolide las esencias de nuestra previsible política cultural y, como ocurrió en otras ciudades, acabe alimentando la industria del hartazgo.